Tengo el alma buena
y el espíritu indómito.
El alma buena:
si hay veces que no hago más
que negarle mis alas al viento;
y el espíritu indómito:
y derepente la cálida palma
del destino en que no creo
me golpea de lado,
reacomodando una a una
mis ideas perdidas.
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